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Opotos

Al hombre blanco en Sierra Leona se le conoce como “opoto”. Hace muchos años navegantes africanos llegaron a estas tierras en busca de riqueza, y en aquel tiempo el negocia se hacía con la trata de esclavos. Casi todos los navegantes procedían de Oporto, una ciudad de mar que en realidad es de río. Por alguna razón los blancos que llegaron se quedaron con el nombre de la ciudad y aun hoy para asustar a los niños nos señalan con el dedo y dicen: “Opoto”. Por razones de supervivencia adquirida genéticamente o simplemente porque somos de distinto color de piel, el niño, cuando es suficientemente pequeño, se esconde despavorido.

El nombre del país nace también de manera curiosa. En Sierra Leona no existen los leones. Parece ser que cuando aquellos navegantes portugueses se acercaron al país por primera vez fue en época de lluvias. El rincón en el que decidieron desembarcar estaba protegido por una bahía rodeada de colinas que la ponen al abrigo del viento, en lo que es hoy la ciudad de Freetown. En época de lluvias las tormentas vespertinas no son extrañas y los barcos fondearon en aquella bahía con el coro de truenos y relámpagos de una de esas tormentas. Las colinas que protegen a la bahía son tan cerradas y en aquel entonces tan tupidas de vegetación que hacían una especie de caja de resonancia para la tormenta, de manera que la sierra “rugía como una manada de leones”. Así surgió el nombre de Sierra Leona.

Como diría Eduardo Galeano, las cosas se llaman como lo que no son y la realidad no es como parece. En toda África del Oeste pero especialmente en este país existen las llamadas “sociedades secretas”. Todo el mundo pertenece a ellas y todo africano las conoce. Hay una para las mujeres, llamada “Bondo” y una para los hombres llamada “Poro”. Da igual que después los miembros sean católicos, musulmanes o protestantes. Un africano va a misa y después pasa por el ritual de paso de edad en la reunión de la sociedad secreta. Hace poco tiempo el director de hospital, un hombre razonablemente culto y bien formado, ingresó a la chica que le lavaba la ropa en su casa por un ataque epiléptico. Cuando le preguntamos si ya había sufrido ataques antes lo negó y murmuró algo al oído de la enfermera. Después ella me explicó que la niña estaba siendo llamada para hacer la transición de edades y pasar de la niñez a la edad adulta. Sin discusión, sin atisbo de duda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, ventana africana al mundo. Muchos saludos y abrazos desde la ventana atlántica, tinerfeña. Un placer comenzar a leerte, a leeros.
Ane

Enci dijo...

Buenas, también desde Madrid se une una nueva lectora, animada a entrar por el doctor y confirmada en seguir entrando tras leer vuestros textos, hasta los más antiguos...
Que no vuelva a agonizar que esto merece mucho la pena!!!!