/* Label Cloud Styles ----------------------------------------------- */ #labelCloud {text-align:center;font-family:arial,sans-serif;} #labelCloud .label-cloud li{display:inline;background-image:none !important;padding:0 5px;margin:0;vertical-align:baseline !important;border:0 !important;} #labelCloud ul{list-style-type:none;margin:0 auto;padding:0;} #labelCloud a img{border:0;display:inline;margin:0 0 0 3px;padding:0} #labelCloud a{text-decoration:none} #labelCloud a:hover{text-decoration:underline} #labelCloud li a{} #labelCloud .label-cloud {} #labelCloud .label-count {padding-left:0.2em;font-size:9px;color:#000} #labelCloud .label-cloud li:before{content:"" !important} -->

Entroido

Han caído decenas, mas bien centenas, aunque bien podrían ser miles. Todos en acto de servicio. A pesar de haberse rajado en canal, eviscerado y despiezado sus cuerpos, creo que han tenido un final honroso. Incluso tras ahogar sus restos en caldos reverdecidos.

Se han empleado toneladas de harina dispuestas en filloas, orejas y flores. Se han derrochado miles de litros de recios tintos y con la excusa de templar el estómago después de la ingesta, absorbido digestivos de voluminosa graduación.

Las plazas, abarrotadas hasta la saturación. Las charangas azotaban los tambores como en un trance místico. Los colorines de los disfraces vestían las calles. Allá tres futbolistas vestidos de corto, unidos sus costados por un tubo como muñecos de futbolín, muchos médicos, enfermeros y demás asistentes para curar la crisis. El mejor, un caballero de la mano en el pecho como el del cuadro del Greco. El peor, un patético que pretendía ser Superlópez, pero todo el mundo lo identificaba con Superman.

Ayer, miércoles, en el tramo final se despacharon miles de sardinas inocentes y se condenó sin ningún remordimiento a cientos de mecos al infierno de la hoguera. Permanece a la espera de juicio, el loro Ravachol, en Pontevedra, pero nadie da un duro por su salvación.

El entroido se acabó, la orgía grotesca finalizó, que se prepare el siguiente festín.

Leer más...

Mariposas blancas y negras

Kapuscinski escribió que África, en realidad, no existe. Es demasiado grande y demasiado compleja para reducirla a una sola palabra. A la inabarcabilidad se une en mi caso la novatada. Llevo muy poco tiempo en África, tan sólo unos meses. Comienzo a acercarme al misterio de las personas y su paisaje. Desde esa situación precaria me atrevo a escribir. Y por eso mis escritos no pueden ser relatos o crónicas sino esbozos, croquis, trazos de percepciones y reflexiones, a menudo desordenados y caóticos.

La realidad en la que ahora vivo está marcada además por una historia de guerra muy reciente. El país es Liberia, África del Oeste. Estos mismos días se juzga a Charles Taylor en la Haya, presidente hace unos diez años. Aunque la causa principal del juicio se refiere a los crímenes de guerra cometidos en Sierra Leona, se le podría juzgar igualmente por los mismos hechos en Liberia. A él y a muchos de los que aun protagonizan el día a día político y económico del país. La guerra adquirió en esta parte del mundo grados de brutalidad poco habituales.

En mitad de todo, en el núcleo de todo, la gente. Aquellos que cocinan en hornillo precario de tres latas y van a buscar agua a la fuente para lavarse, cocinar y beber. Personas que sí recuerdan a las de cualquier barrio de Madrid o Vigo. Aunque nos separen grados de comodidad siderales, en lo fundamental compartimos la sonrisa cotidiana, el cuidado de los niños, el comentario del partido del fin de semana y las tristezas habituales. En los momentos lúcidos compartimos también la esperanza y la indignación, a partes iguales. Imaginad cualquier muestra aleatoria tomada en nuestras ciudades y allí encontrareis a los que nos acompañan en Liberia. Gente sencilla, normal. Su heroicidad no consiste en ser mejores que nosotros sino en vivir esa cotidianidad tan dura manteniendo dignamente los hábitos que nos hacen personas.

Un poema cuenta que la mariposa blanca es el bien y la mariposa negra el mal y que en medio vuelan todas las mariposas de verdad de mundo. En Liberia esa metáfora se plasma de manera aplastante. La muerte está mezclada con la vida en todas las familias sin diferencias de edades o dietas bajas en colesterol, porque la deshidratación ataca a aquellos que para combatirla tienen que beber agua sucia, que son la mayoría. La generosidad más absoluta se mezcla con el hurto necesario para sobrevivir, porque si te acercas a una cazuela de arroz cualquiera te dará de comer, y al mismo tiempo desaparecerán los suministros de tu almacén de medicamentos de manera inexplicable.

Los niños entran y salen de casas sin puertas corriendo, sin hora y sin supervisión, con la única brújula de su instinto recién estrenado y todos los días cuidarán de su hermano más pequeño, aunque a veces les atropellará un coche por perseguir un trozo de neumático. Los buenos propósitos y las buenas ideas de las ONG se mezclan con fracasos más o menos rotundos y lo que en principio es una ayuda al final puede llegar a ser una carga, porque una empresa puede generar dinámicas de autonomía y justicia más profundas que nuestros confusos proyectos, que además suelen tener la coartada de la buena voluntad. No hay mariposas blancas y negras.

Bueno, perdón, sí las hay. Hay algo que no está mezclado en Liberia. En mitad del mercado caótico de carretillas y mangos se alzan unas alambradas bastante altas. Desde los pocos lugares en los que se puede ver hacia dentro se amontonan adolescentes sonrientes que contemplan sin prisa cómo nos bañamos en la piscina del compound (residencia). Esa línea fronteriza sí es diáfana y cristalina, demasiado como para no verla.

Leer más...

La jungla

Pues sí, reconozco que me ha pillado desprevenido el tópico de que Nueva York es una jungla. Después de todo este tiempo viviendo aquí estaba convencido de que esa frase, forjada probablemente en los 70, en los tiempos del Taxi Driver de De Niro, Mean Streets de Scorsese o la grandiosa Midnight Cowboy con el padre de la Jolie y Dustin Hoffman , era algo del pasado. Pensaba que se refería a esa violencia que hizo famoso el Lower East Side, Hell’s Kitchen o el mismísimo Times Square cuando era el reino de los cines porno, los “pimps” y la heroína.

Hay algo en el ambiente, quizás en la publicidad o en la cantidad de historias y reportajes que cuentan una y otra vez como el alcalde Giuliani acabo con la violencia y las miserias callejeras en los 80 y 90.. ..echad un vistazo en google a la revuelta de Tompkins Square Park en el 88. ….. Y la verdad es que sobre la superficie sí, Nueva York es probablemente una de las ciudades más seguras del mundo: los policías y sus revólveres aparecen a cada esquina, los indigentes y cualquiera que esté pidiendo dinero parecen haber estudiado protocolo y diplomacia y no hay calle despoblada ni metro de madrugada que te provoque la más mínima inquietud o te haga apretar la cartera con fuerza.

Hay muchos que piensan que lo que Guiliani se cargó en aquella famosa intervención en Tompkins fueron los últimos resquicios de la libertad, la creatividad, la bohemia, la expresión artística, y si, porque no, el anarquismo también, que hacía de esta ciudad un lugar tan especial. Otros piensan, que gracias a la “mano dura” , Nueva York es hoy uno de los lugares más interesantes del mundo para vivir, pues gozando de quizás la mayor diversidad cultural, étnica y artística del mundo, siendo el lugar donde muchas tendencias se siguen gestando (a pesar de todo...), se puede vivir sin los inconvenientes de otras grandes ciudades con características similares, donde la seguridad se ve comprometida a menudo y la violencia es mucho más visible.

Sin embargo en los últimos meses mi perspectiva ha cambiado y veo clara alguna herencia de esa manera “guilianesca” de tratar las situaciones. En Nueva York todo funciona muy bien si sigues las normas y si tienes el dinero para no preocuparte de porque te lo roban en cada servicio(llámale restaurante, parking , gimnasio, hospital..) sin darte casi nada a cambio. Cualquier alteración de estas dos variantes te coloca en una situación de indefensión casi inmediata, puesto que, en aras de la seguridad y el valor sacrosanto de lo establecido, se castra radicalmente el derecho a la expresión de tus ideas.

Si, Nueva York es una jungla, pero no la que nos mostró el cine, otra muy distinta, que te arrincona cada día y te obliga a estar en un permanente estado de alerta. Y solo hay una manera de vivir aquí sin ser objeto de este tipo de atropellos constantes: o agachas la cabeza y pones el culo o eres más rápido y agresivo que ellos y te los comes antes de que te coman.

En fin, sin ánimo de sentar cátedra, esta es mi visión de lo que significa ser parte del microcosmos social y cultural supuestamente más avanzado del mundo. La verdad es que Sinatra la bordó en su famosa canción de New York: If you can make it here, you’ll make it anywhere. It’s up to you (a nadie más le importa)

Leer más...

Arrancamos

Para abrirse algunas ventanas requieren un leve giro de muñeca y un suave movimiento para atraerlas hacia ti. Otras, elevar una palanca y proyectarlas al vacío. La de mi habitación de niño, el esfuerzo hercúleo de levantar un marco de madera tal como los fortachones del circo sus pesas.

La inmensa mayoría son de cristal, pero el de algunas es tan endeble que no encaja en el rectángulo en el que se enmarca, ofreciéndote la intemperie. Las más afortunadas, en su inmaterial existencia nunca se enfrentarán a un termómetro que amenace con el cero. Ante su armazón inerte, nos otorgamos la potestad de abrirlas, cerrarlas o entornarlas.

Detrás de las cuatro ventanas a las que hace referencia el título de este blog se esconden una dama, dos gallardos caballeros y un escudero que les acompañará para evitarles las tareas más prosaicas

La primera de ellas se abre a un hospital que huele a mar y su protagonista es puro contraste con quien le rodea. Un estetoscopio enganchado a un hombre, un hombre arrastrado por la lírica y la buena mesa.

La segunda da a un patio de tierra, con su pilón y un árbol frondoso que la sombrea. Cerca se localiza una pulpería, pero allá los cefalópodos no lamentan su existencia. Su dueña es un bumerang que siempre regresa, ¿cuál será el próximo movimiento?

La tercera se abre también a un patio pero éste de luces, abrigado en una manzana que, a modo matrioska, encaja dentro de otra gran manzana. Desde fuera, se escucha el falsete de un cantante que apura en acústico las contradicciones de este mundo y sus penurias en el amor.

A través de la que completa el cuarteto hoy trasluce el sol, pero lleva meses sufriendo el monótono repenique de la lluvia. Aquí se encuentra de verdad el infierno para los pulpos y para que el tópico se cumpla, a veces alguien templa una gaita. Su inquilino defiende como si fuese un espadachín, a base de estocadas de teclado, los más variados propósitos que se le encomienden.

Empujamos a partir de hoy cuatro ventanas que se abren a otras tantas realidades.

¿Que nos contarán?

Leer más...