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Visita al pueblo lenca

Esta semana he visitado el departamento de Intibucá, una de las zonas indígenas de Honduras, en donde vive el pueblo lenca. Lenca, en su idioma, significa “pueblo de muchas aguas”. 

Y precisamente el motivo de nuestra visita era conocer la lucha que estaban teniendo en contra del otorgamiento ilegal de varias concesiones para explotar los ríos de las comunidades a empresas generadoras de energía eléctrica, ya que se concedieron sin antes haber realizado el derecho a la consulta de los pueblos indígenas y tribales, como dispone el Convenio Internacional 169 de la OIT, de los pueblos indígenas, y las leyes hondureñas.

Yo siempre he admirado su manera de defender su tierra, sus bosques, su agua. Su determinación y su inteligencia para aprovechar la lucha legal, su lucha en la calle, yendo casa por casa explicando a los vecinos la situación, convocando a cientos de personas para hacer plebiscitos comunitarios… Pero en esta ocasión, los primeros quince minutos de nuestra visita merecieron el viaje. 

Y es que, cuando llegamos a su sede, llamada “Utopía”, estaban preparando un altar con maíz, agua, incienso, frutas, una pequeña cruz de madera, frijoles, y plantas medicinales. Como nos explicó Doña Pascuala, forma parte de la tradición indígena de orar por la tierra para cultivarla, para sembrar los granos básicos y para la recolección de sus frutos. 

“Nosotros hacemos la ceremonia de la compostura de la madre tierra, y hacemos bendiciones del agua. Siempre debemos dar gracias por el sol, porque el sol es la vida y la salud. Damos gracias por las montañas, aquí somos ricos con los recursos naturales”. 

El altar, y toda la ceremonia, fueron una mezcla de ritos católicos e indígenas. Por supuesto, lo lideró Doña Pascuala, o Pascualita, como le llama cariñosamente la gente, ya que ella es la líder espiritual del Consejo de Ancianos y Ancianas Lencas. 

Pascualita es una mujer de edad indefinida, un metro y poco de estatura, que siempre va con un pañuelo colorido en la cabeza, un bolso con no menos colores, y descalza (ella me ha sorprendido más de una vez con mi mirada fija en sus pies). 

Con miles de arrugas en la cara, pero unos ojos que sonríen solos, o que echan chispas cuando se enojan. Pascualita es analfabeta, como muchas mujeres lencas, pero en su oración nos recordaba que somos hijos e hijas de la madre tierra, no sus dueños, y que como una madre debemos cuidarla, defenderla, quererla. Y es desde aquí que tenemos que entender todo el trabajo y lucha. Luego, le dio la palabra al sacerdote católico que estaba presente en la ceremonia. No tuvo nada más que añadir.

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Luces

La noche ha llegado. Hace ya un rato que puedo escuchar las cigarras. Hoy no hay luna pero las estrellas no se ven bien porque nubes espesas encapotan el cielo. Ha llovido por la tarde, como suele hacerlo aquí. Repentinamente, casi rabiosamente.

Los grandes charcos se han formado por todas partes pero la capacidad de absorción de la tierra es tal que no quedan más que pequeñas acumulaciones que se pueden pisar sin miedo a mojarse. Es necesario el frontal para no aplastar los miles de caracoles que a estas horas inundan los caminos, o para evitar las temibles serpientes (aunque yo no he visto ni una: Ana dice que el otro día vio una cola negra que enseguida reptó hacia la hierba frondosa).

Resplandecen a lo lejos destellos de tormenta. La luz se ve rojiza, seguramente porque aunque no lo veamos los últimos rayos del sol terminan por desaparecer en alguna parte. Debajo de los rayos, que aparecen y desaparecen, como en una coreografía de obra de teatro, tintinean centenares de luciérnagas. Algunas hacen curvas que dejan haces fugaces, que enseguida desaparecen.

Un regalo. Las hermosas luces de la noche africana.

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Reflexiones de un domingo desde mi ventana

Se adentra ya el invierno en las avenidas de Nueva York. Se acabaron las camisetas y las rayban. La pana y el borreguillo acechan en mi armario esperando mi señal. Fuera los zumos y el agua con hielo, el café caliente vuelve a hacer acto de presencia…. Espero que os llegue un poco de su calor en esta foto de mi desayuno improvisado junto a la ventana…

Y hablando de ventanas! Abrir demasiadas es quizás mucha corriente, pero yo siempre he sido de los que no se constipan. Desviarte en cada curva del camino impide con toda seguridad llegar al destino, pero a mí no me han gustado nunca las malditas líneas rectas. Caminar sin rumbo provoca ansiedad pero, amigos, que hay de la adrenalina de no saber lo que va a pasar? El “subidón” casi obsceno de saberse maleable por cada experiencia, cada persona que se cruce en tu vida y dejarte reinventar?

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Últimamente he reparado en la hipocresía de esta frase. Si uno no tiene destino o no lo busca porque estás ocupado dejándose sorprender por el camino, cual es la diferencia entre una rata en el laberinto y un homo sapiens hecho y derecho como se supone que debemos de ser?

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El vendedor de fruta

Un viejo vendedor de fruta espera delante de casa de los hermanos de San Juan de Dios. Puede estar horas, hasta toda la tarde, rodeado de pomelos y mangos, esperando que llegue el hermano encargado de la cocina. Pasamos por delante de él al terminar de comer y nos saluda.

Es un hombre que parece viejo pero que seguramente no sabe su propia edad. Negro, delgado, arrugado, vistiendo pantalones de tela veis, una camiseta tipo sport azul marina y un sombrero rojo. Está sentado de cuclillas, y para preguntar por el hermano levanta la mano señalando el cielo con el índice. Como no sabemos cuando va a llegar el hermano sonríe y se encoge de hombros.

Regresamos a por agua, a media tarde, y allí sigue. Ya no pregunta nada. Ha cambiado de lugar y juega con una rama de palma. Ahora nos fijamos más en la fruta que en él y vemos que no hay sólo pomelos y mangos, sino plátanos y alguna que otra cebolla. ¿De dónde sacará las cebollas?

Anocheciendo se va. El hermano no ha aparecido. Mete la fruta en el saco y regresa a su casa, que quizás quede cerca, quizás lejos y tenga que pedir posada en casa de alguien que le cobrará 1.000 leones (5.000 leones es manos o menos un dólar americano).

Volverá otro día, se sentará delante de casa de los hermanos, y esperará a que llegue el encargado de la cocina.

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La realidad supera la ficción y me llena de preguntas

Estos días estuve en un seminario en San Salvador, sobre la situación de inseguridad y violencia en Centroamérica, por desgracia, tema de máxima actualidad en estos países. Y es que, por ejemplo, en Honduras, hay una tasa de 58 homicidios cada 100 mil habitantes; sólo para tener una referencia, la OMS considera que hay pandemia cuando mueren más de 10 personas cada 100 mil habitantes. Fue un análisis con la gente sesuda de las UCAs (las universidades jesuitas) y otras universidades.

Pero mientras nosotros estábamos encerrados en el Centro Loyola -he de decir, que mucho más bonito que el vigués-, la realidad externa planteaba aun más retos: el día de comienzo del seminario, San Salvador se quedaba semiparalizada, porque supuestamente, las maras obligaban al transporte a un paro de 72 horas, bajo la amenaza de quemar autobuses y matar a los conductores.

Una carta firmada por las dos principales maras circuló por los medios de comunicación, en la que, primero de todo, pedían perdón a la ciudadanía por estas medidas; después, explicaban sus demandas: que no se aprobase la ley antimaras, que se mejoraran las condiciones en las cárceles, y que hubiera trabajo y educación para la gente joven, ya que solo de ese modo no habría pandillas. 

El mismo día, en San Pedro Sula mataron a 17 personas en una zapatería. A las dos horas, el ministro de Seguridad decía que fue un problema de maras; a las dos semanas, salía en los periódicos que uno de los autores de la masacre, marero, se había muerto en una confrontación con la policía. 

Y a mí, qué queréis que os diga, me entran miles de dudas y contradicciones… desde luego, en San Salvador las maras tienen aterrorizados a los conductores de autobús, pero, ¿será una ley antimaras la solución a todos los problemas? ¿ Será posible que una policía de investigación hondureña consiga determinar en dos horas el móvil de un delito? No es por desconfiar de su eficacia, pero cuando Pepe Lobo estuvo en España en abril, y le preguntaron por la investigación de los 8 periodistas asesinados en dos meses, él respondió pidiéndole ayuda a los países europeos porque los policías hondureños no estaban muy capacitados en la investigación…

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Querido sol, playa, mar...

Queridos sol, playa, mar. Estimadas chanclas, apreciados bañadores y elegante tabla de surf

Siento mucho tener que despedirme de vosotros, pero sabíamos todos desde un principio que nuestra relación era solo temporal.

Si, es cierto, no os puedo reprochar vuestro malestar, pues yo también me confundí un poco y llevado por la emoción y la intensidad de los meses que hemos pasado juntos llegué a pensar que lo nuestro no se acabaría. Pero siempre tiene que venir el Otoño con su habitual arrogancia a teñirme de marrón el corazón.


En fin, espero que este año el Invierno castigue pronto al Otoño y que la Primavera se salte algún que otro puesto fronterizo y le hago cosquillas al friolero Marzo.

Os esperare con ansia desde el alfeizar de mi ventana.

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